lunes, 9 de mayo de 2016

Actividades extraescolares

Hace unos días hablaba de que casi cualquier actividad extralaboral que hagamos, mientras sea novedosa y nos obligue a aprender algo nuevo nos protege de los efectos negativos del estrés. Por aquí estaba.

El efecto, decía, se debe al crecimiento de neuronas que se da cuando aprendemos algo nuevo. ¿Pero, y los niños? Tienen cerebros en crecimiento constante y lo están aprendiendo todo de nuevas. Son niños, llevan poco tiempo aquí y no saben cómo funciona nada (tablets aparte). ¿Tiene algún efecto positivo el meterlos en ballet, tenis, música?

Hoy voy a hablar de un estudio que explora qué pasa por las pequeñas cabecitas de los niños cuando los apuntamos a actividades extraescolares.

La gran desventaja de las actividades extraescolares es que hay que llevar a los niños, a veces a empujones, y que no suelen tener mucho tiempo libre para jugar. Alguien dirá que estos pobres niños necesitan jugar. ¿Y si los apuntamos en algún deporte? A fin de cuentas son juegos, con reglas, actividad física, con cierta competitividad (otro día hablo de esto) y en los que pueden aprender algo.

Actividad extraescolar en niños

Unos investigadores de Turkía estudiaron los efectos en la personalidad de niños de 9-11 años de un programa de 12 semanas para aprender a jugar al tenis. Les pasaban un test de personalidad antes y después del programa que medía apertura a nuevas experiencias, extraversión, equilibrio emocional, compatibilidad con otras personas y sentido de la responsabilidad.
Los resultados fueron ciertamente curiosos. Los niños aumentaban la apertura a nuevas experiencias. Este rasgo está relacionado con la habilidad de producir ideas nuevas, aumentar las áreas de interés y está vinculado con el éxito académico.
La extraversión disminuía. Los niños pasaban a no ser muy sociables y a tener menos empatía. Los autores destacan que es difícil cambiar este rasgo. En otros estudios con deportes de equipo la extraversión aumentaba, así que, casi seguro que es por ser un deporte individual.
El equilibrio emocional bajaba ligeramente, pero sin llegar a ser significativo. Este rasgo tiene que ver con pensar que uno tiene una disposición negativa o ansiosa. Otros estudios, con otros deportes contradicen este hallazgo, un estudio con natación disminuía los enfados, la ansiedad y los estados de confusión de los adolescentes. Pero en este caso no había mucho cambio y el que había no era demasiado bueno. Probablemente por el tipo de entranamiento escogido, aunque no varió lo suficiente para concluir nada.

La compatiblidad con otros no varió. Este es un rasgo que mide lo dispuesto a ayudar, compartir y pensar en los demás. No variaba en exceso, pero al ser un deporte individual el cambio no fue a mejor. En otros estudios, otra vez, sí aparecen mejoras en este rasgo. Los deportes individuales mejoran la disciplina personal, las actividades artísticas mejoran la autoestima y los deportes de equipo mejoran las habilidades de cooperación.

El sentido de la responsabilidad mejoró, aunque poco. La diferencia no es destacable. Es un rasgo que mide la disciplina personal, principalmente. Este rasgo siempre sube en cuanquier deporte en el que se apunte a un niño. Y este rasgo suele ir de la mano con la tolerancia a la frustración (rabietas).
¿Qué hacemos? Pues dependiendo de lo que pretendamos conseguir. Podemos intuir por las características del deporte en qué va a influir al niño. Si queremos que se relacione más con los demás escogeremos un deporte de equipo, si ya es extravertido nos dará más igual.
No podemos pretender que el niño aprenda a jugar al tenis, a nadar, a jugar al fútbol o a pintar cuadros sin tener que modificar su personalidad para encajar con la tarea. Nos puede parecer  maravilloso el desarrollar las habilidades artísticas de un niño apuntándolo a pintura, pero pintando cuadros uno no aprende a defender sus derechos ni a trabajar en equipo, sí aprende disciplina personal y otro montón de cosas, unas buenas y otras no tan buenas.
Así que hay que mirar al producto de nuestro esfuerzo y ver en qué puede pasárselo mejor y en cuál actividad va a aprender algo que le venga bien. No sólo pensando en su futuro trabajo, también pensando en su futura vida emocional. También hay que tener muy en cuenta que necesitan jugar, y que cuando juegan a cualquier deporte lo que deberían estar haciendo es eso mismo, jugar.
Yo concluyo, personalmente, que tengo que investigar más los estudios de niños y natación.

Fuentes:

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