miércoles, 11 de mayo de 2016

No me lo digas, cuéntamelo

Hace poco leí un cómic, Logicomix, que contaba parte de la historia de Bertrand Russell (filósofo y matemático). Es un cómic muy interesante sobre el fundamento de las matemáticas modernas. Un tema muy duro y que jamás me ha interesado, pero el cómic me gustó y lo disfruté.

También leí hace poco tiempo La cuchara menguante. Es una serie de relatos que nos cuenta el descubrimiento de los elementos químicos de la tabla periódica. Otro tema que nunca me ha interesado, pero que no impidió que el libro me encantara y lo disfrutara.

En el colegio y en el instituto no se me daban mal las matemáticas, tampoco bien. Eran algo que estaba ahí y nunca me propuse aprender nada de matemáticas por gusto. ¿Qué hacía yo leyendo un libro sobre los fundamentos de las matemáticas?

La física o la química no eran mis platos favoritos. Y el libro de La Cuchara Menguante habla, mucho, de capas de electrones y otros fenómenos que en el instutito me parecían el cúlmen de la tortura académica. ¿Y cómo he podido disfrutar un libro sobre química?

La respuesta a ambas preguntas es sencillísima. En ambos libros me han contado una historia. Me han narrado los fundamentos de las matemáticas y cómo los electrones iban dando saltos por los átomos siendo perseguidos por un ejército de químicos.

Esa es una parte la que hace que cualquier cosa convertida en historia se convierta en algo más comprensible y atractivo. La parte buena. Hay una mala. Porque si te quieren convencer de algo, por descabellado que sea nos contarán una historia y nos gustará. Los anuncios de teletienda siempre cuentan una historia sobre qué le pasa al que no lo tiene y qué feliz el que sí lo tiene. Nos describen el superrobot o superfregrona, cuántos botones tiene, cuantos miles de ventajas. Pero nos convencen contándonos la historia del inventor, la historia del que no lo tenía y lo compró y cambió su vida.

También existen ciertos libros de autoayuda y terapias poco fiables que también recurren a la narración de historias para que convencernos. Y, como veremos más adelante, son historias en las que los protagonistas aprenden de sus experiencias y eso nos encanta.

Cuentos y atractivo


Unos investigadores de Búfalo investigaron la influencia en el atractivo de la capacidad de una persona para contar historias. Entre otras cosas tenían que leer historias escritas con mayor o menor habilidad y valorar si sentían que el autor o autora era popular, un buen líder, si la gente los admiraba o si inspiraban a los demás.

Una de las conclusiones fue que la habilidad de contar historias hacía sentir que el autor tenía un alto estatus. Y que las mujeres valoraban mucho esta habilidad para relaciones amistosas o afectivas a largo plazo.

Nos podemos quejar de que sólo teniendo como dato la capacidad de contar historias no se puede hacer mucho. Pero demuestra que una buena narración y un buen narrador nos predispone a una reacción positiva.

Cuentos y prestigio digital


En otro estudio, este de investigadores italianos, intentaban averiguar si el contar historias sobre uno mismo podía influir en la reputación digital. Investigaron las historias sobre sí mismos que se contaban en perfiles personales y se comparaban y relacionaban con la reputación del dueño del perfil.

Ya he comentado que la capacidad narrativa va de la mano con la percepción del estatus social. Pues en este estudio más de lo mismo. Encontraron que el mostrar los hitos personales en forma de narración y el uso de arquetipos del tipo Sabio o Líder aumentaban el impacto en la reputación. Y la historia narraba una lección aprendida en el camino de la vida ya era el acabose.

Es el mismo efecto que el de la mayoría de libros de autoayuda y el amimefuncionismo. Es triste el poquísimo poder de convicción que tiene el prospecto de una medicina o una advertencia sanitaria. Siempre vamos a dar más credibilidad a la historia de alguien que lo ha probado y le ha dado resultado bueno, malo o catastrófico que al prospecto. A mí me funcionó y ha cambiado mi vida es la frase más usada y poderosa del márketing.

Recapitulando, si la historia es buena y está bien narrada caeremos mejor. Y si tiene moraleja y contiene clichés, si se aprendió una lección que marcó un antes y un después, convenceremos a cualquiera.

Conclusion


Hace muchos años, desde antes de que naciera la escritura y mucho después, el conocimiento se transmitía oralmente. Alguien muy aburrido contaba historias sobre cómo huir y cazar, cómo recolectar y cómo fabricar utensilios. Llegaban las partidas de caza y contaban historias de cómo se persiguió, cómo se cazó y quién hizo tal o cual cosa durante la caza. Contaban historias de niños que comían cosas sin saber y no volvían nunca. Inventaban historias sobre soles, lunas, lluvias, rayos, perros, gatos, frutas y cabras. Los que disfrutaban de las historias y las recordaban aprendían de la experiencia de otros cómo huir y cazar, recolectar y fabricar. Depuraban estrategias de caza y aprendían normas y seguridad alimentaria. Los que hacían oídos sordos fueron siendo cada vez menos y quedó, sólo, el humano al que le gusta que le cuenten historias.

Mediante historias se han transmitido los valores, las normas sociales y las costumbres. Unas buenas y otras menos buenas. Tenemos dentro una predisposición a comprender el mundo mediante historias y aprender de ellas. Nos gusta que haya una moraleja porque llevamos miles de años sobreviviendo gracias a que Pepito se subió a un árbol y descubrió que podía escapar de un oso y que gracias a hacer caso a su madre y llevar una rebequita fue el único que sobrevivió al invierno.

Repito que transmitir conocimiento mediante historias es la parte buena. La parte menos buena es que si nos cuentan una buena historia nos gustará aunque sea mentira. Y si tiene moraleja nos gustará aún más y dejará de importarnos que pueda ser mentira.

Fuentes

Donahue, J. K., & Green, M. C. (2016). A good story: Men's storytelling ability affects their attractiveness and perceived status. Pers Relationship Personal Relationships. doi:10.1111/pere.1212
Pera, R., Viglia, G., & Furlan, R. (2016). Who Am I? How Compelling Self-storytelling Builds Digital Personal Reputation. Journal of Interactive Marketing, 35, 44-55. doi:10.1016/j.intmar.2015.11.002

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