martes, 17 de mayo de 2016

Hazme un favor

Hacer peticiones, pedir favores, es una de las habilidades sociales más difíciles de aprender. Hay gente experta en hacer peticiones, pero la mayoría es experta en no hacerlo.

Podríamos dibujar una línea desde la petición más pequeña hasta la más gorda que se nos ocurra. En las pequeñas podríamos poner peticiones a personas conocidas del tipo: aguántame el paraguas mientras me cierro el abrigo, o acércame el salero, o déjame el coche. Las grandes podrían ser, por no variar, pedirle a un desconocido que te aguante el paraguas mientras te cierras el abrigo, o pedirle a alguien desconocido más alto que tú que te coja una caja en un supermercado, o hacer autostop.
Lo dicho, hay expertos en pedir cosas. Siempre hay alguien en el supermercado haciendo peticiones a empleados, a otros clientes, a sus familiares, a todo el mundo. Y una gran mayoría es incapaz de preguntar a un empleado dónde está la sal.

Según un estudio de unos investigadores de Nueva York solemos exagerar la probabilidad de que nos digan que no. Yo creo que ni nos lo llegamos a plantear porque la conversación interior sonaría de lo más absurda.

En el estudio varias personas tenían que predecir si una petición iba a aceptarse o a rechazarse. Los resultados mostraban que se solía exagerar la probabilidad del no. Si quieres hacer la prueba espera a que llueva y pídele a varias personas que te sostengan el paraguas para que te ates los cordones. Es bastante divertido. Seguro que piensas que te van a decir que no. Alguno pondrá cara rara, los menos, y la mayoría sonreirán porque se sentirán útiles. Es un experimento bastante divertido de hacer.

Volvamos al estudio. En una segunda parte del estudio les decían que pensaran que se iba a ofrecer dinero por el favor. La teoría es que se convierte la petición en un intercambio. Realmente, socialmente, las peticiones son intercambios. Las personas altruístas suelen pensar que el favor se lo devolverán con mayor seguridad que los egoístas.

Yo, personalmente, creo que el efecto se debe a que se introduce un elemento que hace que nos planteemos la situación con realismo. Piensa en un empleado de supermercado que te dice que busques la sal tú solo. No, la verdad es cuesta pensar que eso puede suceder.

Pero podemos sacar la moraleja de que si tenemos que pedirle algo a alguien podemos plantearnos primero ofrecerle dinero. Si queremos otro azucarillo para el café y no nos atrevemos podríamos intentar pagárselo al camarero. Lo mismo nos lo cobra, pero lo mismo nos sale gratis.

Fuentes

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